Por: Gemma Georgina Reyes de la Torre
Intrepida, aundaz, sin
pelos en la lengua… ésas son algunas de las expresiones con las cuales uno
puedo describir a Erin Brockovich después de haber visto su participación en el
caso de PG & E, en la dramatización de los hechos en Erin Borckovic una
Mujer Audaz.
El film cuenta con varias
características con las que fácilmente el público lo puede encontrar como una
producción agradable, debido al interesante contenido del guion como también por
la peculiaridad del personaje principal que junto con su despampanante actitud
cautivaron al espectador.
A pesar de que esta película cuenta
con varios detalles, que vale la pena mencionar, creo que es importante
destacar los hechos de los que nos está hablando la historia, ya que es
impresionante la cantidad de personas que se vieron expuestas, durante tanto
tiempo, al cobalto 60.
La realidad es que fue una lucha
impresionante debido a que esta empresa violó los derechos de estas personas al
ocultarles información tan importante a los pobladores de la zona.
Los efectos del cobalto 60 pueden
ser nocivos para la salud, justo como se ve en el film, ya que la cantidad de
enfermedades que uno puede desarrollar al estar en contacto con este material,
puede ser impresionante.
Es evidente que el cáncer era una de
las enfermedades que más desarrollaban las personas, debido a la vulnerabilidad
del sistema inmune y sus constantes mutaciones en el cuerpo humano.
Si tratáramos de situar una historia
parecida, en nuestra ciudad, tendríamos que remontarnos varías décadas en el
pasado, ya que en 1977 se da el caso de que un hospital privado de Ciudad
Juárez adquirió ilegalmente una máquina de radiación para tratamiento de
cáncer. Años después el “Centro Médico de Especialidades” vendió como fierro
viejo esta máquina a un deshuesadero.
Los trabajadores, del Yonke,
trataron a esta máquina como si fuera algo completamente normal, pero no
contaban que para el momento de abrir el compartimiento, se encontraron con la
noticia de que esta máquina contaba con más
de seis mil pequeños balines de Cobalto 60, la radiación más fuerte y
peligrosa que hay.
La historia nos cuenta que las
varillas fueron distribuidas alrededor de 16 estados, y la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear
rastreó 17 mil construcciones con varillas contaminadas. Según la comisión,
sólo 8 mil edificaciones presentaban niveles altos de radiación por lo que
fueron demolidas.
En el 2003 los legisladores le piden
al Gobierno Federal que entierre el material. Dichos residuos terminaron al
aire libre en un ejido cerca de la población de Samalayuca.
Toda esta información me lleva a
pensar de lo frágil que era el sistema y el que lo es ahora, ya es los
culpables de esta imprudencia no fueron atrapados.
Por desgracias no contamos con una
Erin con la cual nos pueda apoyar con los casos que debieron de surgir por este
descuido, pero lo más importante aún, es que nosotros no contamos con un
sistema judicial que les permita a las personas garantizar su salud cuando se
ve amenazada en contra de esta manera.
¿Será que necesitamos de una Erin
Borckovich para que algún día los afectados, por esta clase de descuidos,
puedan tener justicia?
Ya que los casos de radiación en
lugares públicos no son temas desconocidos para nuestra comunidad.
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