En Cánada una
madre revisa el estado del tiempo para saber, no el estado en sí, no los
factores medibles, sino algo más práctico. Puede ser que sólo quiera saber qué
tanto abrigar a sus hijos cuando los lleve a la escuela, si sacar los guantes o
si debido a la calidad del aire ese día es preferible hacer ejercicio en casa
que salir a correr al parque, si llevar paraguas a la fiesta del otro lado de
la ciudad; encontrará la información y, con base en ella, tomara decisiones a
corto plazo, prácticas.
Así expuso, en
charla con periodistas, el Dr. Adrián Vázquez Gálvez, Climatólogo e
investigador de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, la forma ideal de
comunicar el estado del tiempo. La primera objeción que viene a la mente es:
“Sí, todo esto está muy bien pero no es lo mismo Cánada qué México”, tratando
de asumir que no podríamos hacerlo.
Sin Embargo,
veremos que no hay motivos suficientes para descartar la meta.
El proceso
empieza en las alturas (atmosféricas sí, pero también científicas) y mediante
un eficiente mecanismo se aterriza en la vida cotidiana de las personas. Eso es
divulgar el tiempo. Los Medios de comunicación trascienden su papel de
reproductores de tecnicismos y cifras (la mayoría de las veces, con errores),
para traducir los datos de los expertos en referencias que permiten a la
ciudadanía tomar decisiones. Eso es
informar.
¿Qué sentido
tiene contar con científicos especializados, o una institución como el Servicio
Meteorológico Nacional (SMN) si el resultado de su quehacer cotidiano no se
transmite a la ciudadanía? ¿De qué sirve formar a profesionistas que echan a
andar programas de meteorología que se quedan en los grupúsculos
universitarios? Si la meteorología no se divulga –divulgar en el sentido más
comprometido del término, esto es, explicar, simplificar- a la ciudadanía, no
sirve tanto como podría.
Ya el hecho de
que, tanto los ciudadanos de a pie como los comunicadores de respetadas
trayectorias, confundan el tiempo con el clima nos habla de que algún engranaje
del mecanismo no funciona correctamente; que los espacios dedicados al tiempo
en televisión hayan degenerado en pasarelas nos habla de una pobre y triste
cultura científica.
México carece de
ese “eficiente mecanismo” del que hablamos anteriormente. Y no, no hay
argumento para desechar la comparación. Si bien la diferencia entre nuestro
país y Cánada es tan grande que la prensa, la academia y la mayoría de los
ámbitos, la han descrito comparando una realidad con un primer mundo y otra con un tercer mundo en tanto que menos
perfecto.
No obstante,
México, sin ser “primer mundista”, cuenta con las condiciones necesarias:
1.
Tecnología y especialización para recolectar,
manejar y divulgar los datos climáticos
2.
Personas competentes e instituciones obligadas.
3.
El estado del tiempo tiene espacio en los medios
de comunicación y público atento.
El salto de lo
que se hace actualmente a lo que se podría hacer es un salto de organización,
de actitud, de humildad intelectual entre los expertos, de sentido común en los
comunicadores, quién sabe, quizá hasta de visión empresarial.
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