Fotografía: César I. Graciano.
Samalayuca es un
área natural protegida de 52,000 hectáreas, lo que equivale a dos veces la
mancha urbana de Cd. Juárez. Entre las especies endémicas (están sólo aquí) que
destacan están: la tortuga de tierra, el ratón apache, el zorro plateado; el
sotol acrotiche, el nopal de arena, la choya, y, por supuesto, el chamizo,
símbolo de Juárez. Y, sin ser endémicas, el mezquite y la gobernadora tienen su
lugar en este extenso paisaje. Hay también zacates, principalmente alcalinos y
salados. La extensa zona posee el acuífero samalayuca y el de Conejos Médanos.
Aquí está instalada la planta termoeléctrica que abastece a Ciudad Juárez de
energía, de aquí se extrae y procesa la piedra caliza con la que se hace el
cemento y el concreto que construyó y sigue construyendo Ciudad Juárez.
Vista de las dunas y algunos cerros desde la sierra de
Samaluya, cerca de los pretrograbados.
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La llegada
El origen de la peculiar dieta juarense
Desde la rivera del Rio Bravo
hasta el poblado rural de Samalayuca, en las afueras de la ciudad, rumbo al
sur, se hace una hora de camino en
automóvil. Se toma la carretera Panamericana, se deja atrás el aeropuerto, la
ex-aduana, la Puerta del Milenio, la Cementera y se continúa por un meandro que
conduce al viejo rancho. El paisaje no varía mucho: después de la mancha urbana
es todo hierba seca, arbustos y piedras, todo chamizos y gobernadora, sobre
todo gobernadora. Agreguemos que el invierno no termina de irse y que la
primavera no se decide a entrar. La sensación es de sol y polvo, aunque la
camioneta parece inmune.
César, uno
de los 12 periodistas juarenses que vienen para conocer más de este pueblo
hermano, ameniza el camino con un relato de pretensiones históricas. Cuenta que
lo escuchó de boca de un anónimo anciano, cuando este le platicó a una señora
en la misma ruta donde él iba de metiche anodino (soy estudiante, tengo un
libro abierto, mi conexión con el mundo es mínima y sólo la necesaria para que
no se me pase la parada).
La memoria
no era muy bien narrada pero la premisa era bastante interesante: a mediados
del siglo pasado el hambre hizo de Ciudad Juárez su bastión y la creatividad de
la gente, impuesta por las circunstancias, concibió formas de hacer más
apetitosos, o menos repulsivos, los desperdicios.
-Por eso
nomás aquí comemos tripitas y colitas de pavo- sentenció cuando atravesaban la
plaza principal y llegaban a la presidencia. La presidencia de Samalayuca: ¿la
presidencia? Contemplada con el escepticismo de los ojos acostumbrados a
estructuras más imponentes con títulos menos ambiciosos.
En la
presidencia nos esperaba el hombre que nos daría el recorrido por Samalayuca.
Al ver su vieja azul Ford 150 la pregunta natural fue, entre burlona y seria,
¿él es presidente?
Javier Meléndez, ex-presidente de Samalayuca.
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El renacimiento de Ojo de la Casa
Mansa hierba nunca muere
Es hora; el chamizo hace su
rodaje legendario; el sol intenso no da tregua; hay ojos atentos, miradas
tanteadoras; Javier Meléndez frunce el ceño y descerraja: una sonrisa franca
para ablandar el corazón.
-Este es el
recreativo de Ojo de la casa, durante mucho tiempo duró cerrado pero ahora
nuevamente está activo. Claro, ahora no porque es invierno, pero en verano es
otra cosa- y de su boca surge una sintética descripción con el gusto y
precisión de quien habla del terruño donde creció y lo convirtió en agrónomo. Tiene
facilidad de palabra y posee conocimientos técnicos del poblado. Explica, cual
maestro frente a los neófitos de ojos
muy abiertos, las características utilizando términos con precisión.
Lago artificial, creado después de la destrucción del lago
natural, en el Recreativo Ojo de la Casa.
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El cadáver
gris de un árbol es el monumento que evoca el ecocidio. El recreativo Ojo de la
Casa funcionaba muy bien antes de que lo cerraran pero cuando la planta
termoeléctrica se instaló en el poblado y se tragó el agua de dónde
naturalmente se abastecía, empezó a marchitarse hasta que un aciago día ya no
había ojo y la hierba del manso que alfombraba las instalaciones empezó a
desaparecer hasta el exterminio.
Javier
Meléndez se enorgullece de contar que durante su gestión lo rescataron. Con
bombas llevaron el agua de un pozo cercano al ojo para resucitarlo. Y funcionó.
Ya que lo habían reanimado organizaron una cooperativa de mujeres para
administrarlo.
Después de creerse extinta en la zona, la hierba del manso
volvió a crecer en la zona del Recreativo Ojo de la Casa.
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-Porque las
mujeres son mejores administradoras. Lo que sacan llega a los hogares y con los
hombres pues… se lo gastan que si en una caguama que si en otras cosas….- cree
que de alguna manera tiene que justificar esa decisión.
Lo que
denota más gusto en su rostro es la reaparición de la hierba del manso. Los
viejos contaban que en el ojo de la casa había una hierba con la habilidad de
permanecer doblada en el día por los pisotones recibidos pero que en la noche
recobraba la lozanía y se erguía para contemplar el cielo de fotografía propio
del desierto. Los mismos viejos fueron los primeros en alegrarse al ver de
nuevo a la ausente. La hierba del manso es una bella metáfora y sería obsceno,
por innecesario, explicarla. En invierno se va y sólo se puede adivinar su
verde, ese tallo corto y la hoja larga y ancha, agraciada con una pequeña flor
blanca, a partir de los restos rojos que acolchonan el recreativo.
La estación arruina la Hacienda
Receta del guisado abigeo
El
recreativo Ojo de la casa toma su nombre de la antigua Hacienda de Samalayuca,
cuyo casco se encuentra enfrente del recreativo. Las ruinas no son muy
portentosas y Javier explica que el dueño no vivía allí sino que sólo iba de
vez en cuando a supervisar. Al centro del casco hay un hoyo empedrado que
justifica el nombre del recreativo.
Hacienda Ojo de la Casa, que fuera de Inocente Ochoa en el
siglo XIX.
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Pertenecía a Inocente Ochoa,
magnate del siglo XIX que surtía de carne el Paso del Norte y que hospedó a
Benito Juárez durante su estancia en la región.
Gesto que el prócer agradeció escriturando los terrenos de la hacienda
de Samalayuca a su nombre. Sin embargo la embestida del tren fue suficiente
para que los pobladores abandonaran la hacienda y se fueran a construir un
pueblo, desde la nada, para formar la estación.
Mientras se recorren sus viejos
cuartos, Javier explica que durante la anual cabalgata villista llegan más o
menos 40 jinetes al antiguo casco de la hacienda y desayunan el guisado abigeo.
Alguien le pregunta, qué es eso y el ríe levemente:
-Primero les explico que el abigeato es un
delito tipificado en los códigos penales que consiste en robar ganado. Entonces
el guisado abigeo, en honor al General Pancho Villa, es carne seca de vaca robada en chile rojo.
Los jinetes que participan en la
cabalgata villista, después de desayunar, cabalgan la otra mitad del recorrido.
El testimonio de las piedras
Centauros de Samalayuca
La siguiente parada del recorrido
es la sierra de samalayuca donde se encuentran los petroglifos. A lo largo de la
cordillera hay pequeñas estructuras de piedras grandes con inscripciones
talladas. No sé necesita ser arqueólogo para distinguir personas, árboles y
algún impreciso animal tallados en las piedras. Se presume que Samalayuca fue
un centro ceremonial para la cultura Mogollón antes de la llegada de españoles
a la región y que por eso dejaron testimonios en las rocas.
Una de las piedras con Pretrograbados, esto en la sierra de
Samalayuca. Algunos de los grabados son muy abstractos, otros son simples y
muestran personas o animales.
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En la falda de un cerro, en lo
que queda de lo que alguna vez fue un centro ceremonial, Javier Meléndez otea
el horizonte mientras refiere la ocasión en que él y otros samalayuquenses
instalaron caballerizas, con todo y caballos, frente a las oficinas de la
presidencia municipal de ciudad Juárez. Reclamaban la partida presupuestal que
se les había negado durante 90 años a pesar de que legalmente han dependido del
municipio de Juárez.
Petrograbados, éste en forma de un cuadrúpedo.
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Él ya se había entrevistado con
el entonces alcalde de Ciudad Juárez, Héctor Murguía Lardizábal, y este había
accedido por lo menos en palabra. Pero el dinero nunca llegaba. En un segundo
encuentro el alcalde pretextó que Samalayuca no tenía clave presupuestal,
argumento que Javier refutó de inmediato contestando que cómo sí tenían clave
catastral y pagaban impuestos al municipio. Nuevamente se acordó que el dinero
llegaría pero no fue así. Fue cuando Javier decidió tomar una vía alternativa.
Juntó un puñado de
samalayuquenses para plantarse frente a las oficinas en una operación nocturna.
Al día siguiente, eran la principal noticia local y el alcalde se encontró con
que no podía acceder al estacionamiento porque se había convertido en establo. Un
emisario del alcalde le dijo que él no tenía que andar en esas cosas
(manifestaciones), porque al fin y al cabo eran lo mismo, eran gobierno. Pero
sólo mediante con esa acción consiguieron la partido presupuestal que ascendió
a nueve millones y medio y con la que se pavimento la calle principal en
Samalayuca y se construyó el domó en la escuela.
-Con el que está ahora, con Serrano, ni dan ganas
de pelear. Es tan gris, sin chiste…
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Las dunas que se encuentran en el
ejido Villa Luz, al otro lado de la carretera panamericana, son el principal
atractivo turístico por su blancura y su estatura. Son también la principal
área a proteger. Son puras porque están
conformadas por un 98% de sílice y su altura se debe a las corrientes de aire
encontradas que mueven las dunas. No es difícil encontrar los restos de
numerosas fiestas. ¡Ah, los turistas! Son parte importante de la economía local
pero no cuidan el lugar. Quizá porque lo ven como algo ajeno, que no les
pertenece.
La interacción de los objetos de la modernidad con las
dunas.
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Las dunas de Samalayuca.
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La visita termina en las dunas de
Samalayuca. Javier Meléndez, el guía, se quedó atrás. El horizonte ofrece algo
que sólo se puede definir con pureza, sol recio y arena fresca.
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