jueves, 16 de abril de 2015

Apuntes de viaje: el desierto

Crónica: Felipe Medina.
Fotografía: César I. Graciano.

Samalayuca es un área natural protegida de 52,000 hectáreas, lo que equivale a dos veces la mancha urbana de Cd. Juárez. Entre las especies endémicas (están sólo aquí) que destacan están: la tortuga de tierra, el ratón apache, el zorro plateado; el sotol acrotiche, el nopal de arena, la choya, y, por supuesto, el chamizo, símbolo de Juárez. Y, sin ser endémicas, el mezquite y la gobernadora tienen su lugar en este extenso paisaje. Hay también zacates, principalmente alcalinos y salados. La extensa zona posee el acuífero samalayuca y el de Conejos Médanos. Aquí está instalada la planta termoeléctrica que abastece a Ciudad Juárez de energía, de aquí se extrae y procesa la piedra caliza con la que se hace el cemento y el concreto que construyó y sigue construyendo Ciudad Juárez.

Vista de las dunas y algunos cerros desde la sierra de Samaluya, cerca de los pretrograbados.
La llegada
El origen de la peculiar dieta juarense
Desde la rivera del Rio Bravo hasta el poblado rural de Samalayuca, en las afueras de la ciudad, rumbo al sur,  se hace una hora de camino en automóvil. Se toma la carretera Panamericana, se deja atrás el aeropuerto, la ex-aduana, la Puerta del Milenio, la Cementera y se continúa por un meandro que conduce al viejo rancho. El paisaje no varía mucho: después de la mancha urbana es todo hierba seca, arbustos y piedras, todo chamizos y gobernadora, sobre todo gobernadora. Agreguemos que el invierno no termina de irse y que la primavera no se decide a entrar. La sensación es de sol y polvo, aunque la camioneta parece inmune.
            César, uno de los 12 periodistas juarenses que vienen para conocer más de este pueblo hermano, ameniza el camino con un relato de pretensiones históricas. Cuenta que lo escuchó de boca de un anónimo anciano, cuando este le platicó a una señora en la misma ruta donde él iba de metiche anodino (soy estudiante, tengo un libro abierto, mi conexión con el mundo es mínima y sólo la necesaria para que no se me pase la parada).
            La memoria no era muy bien narrada pero la premisa era bastante interesante: a mediados del siglo pasado el hambre hizo de Ciudad Juárez su bastión y la creatividad de la gente, impuesta por las circunstancias, concibió formas de hacer más apetitosos, o menos repulsivos, los desperdicios.
            -Por eso nomás aquí comemos tripitas y colitas de pavo- sentenció cuando atravesaban la plaza principal y llegaban a la presidencia. La presidencia de Samalayuca: ¿la presidencia? Contemplada con el escepticismo de los ojos acostumbrados a estructuras más imponentes con títulos menos ambiciosos.
            En la presidencia nos esperaba el hombre que nos daría el recorrido por Samalayuca. Al ver su vieja azul Ford 150 la pregunta natural fue, entre burlona y seria, ¿él es presidente?
Javier Meléndez, ex-presidente de Samalayuca.
El renacimiento de Ojo de la Casa
Mansa hierba nunca muere

            Es hora; el chamizo hace su rodaje legendario; el sol intenso no da tregua; hay ojos atentos, miradas tanteadoras; Javier Meléndez frunce el ceño y descerraja: una sonrisa franca para ablandar el corazón.
            -Este es el recreativo de Ojo de la casa, durante mucho tiempo duró cerrado pero ahora nuevamente está activo. Claro, ahora no porque es invierno, pero en verano es otra cosa- y de su boca surge una sintética descripción con el gusto y precisión de quien habla del terruño donde creció y lo convirtió en agrónomo. Tiene facilidad de palabra y posee conocimientos técnicos del poblado. Explica, cual maestro frente a los  neófitos de ojos muy abiertos, las características utilizando términos con precisión.  
Lago artificial, creado después de la destrucción del lago natural, en el Recreativo Ojo de la Casa.

            El cadáver gris de un árbol es el monumento que evoca el ecocidio. El recreativo Ojo de la Casa funcionaba muy bien antes de que lo cerraran pero cuando la planta termoeléctrica se instaló en el poblado y se tragó el agua de dónde naturalmente se abastecía, empezó a marchitarse hasta que un aciago día ya no había ojo y la hierba del manso que alfombraba las instalaciones empezó a desaparecer hasta el exterminio.
            Javier Meléndez se enorgullece de contar que durante su gestión lo rescataron. Con bombas llevaron el agua de un pozo cercano al ojo para resucitarlo. Y funcionó. Ya que lo habían reanimado organizaron una cooperativa de mujeres para administrarlo.
Después de creerse extinta en la zona, la hierba del manso volvió a crecer en la zona del Recreativo Ojo de la Casa.

            -Porque las mujeres son mejores administradoras. Lo que sacan llega a los hogares y con los hombres pues… se lo gastan que si en una caguama que si en otras cosas….- cree que de alguna manera tiene que justificar esa decisión.
            Lo que denota más gusto en su rostro es la reaparición de la hierba del manso. Los viejos contaban que en el ojo de la casa había una hierba con la habilidad de permanecer doblada en el día por los pisotones recibidos pero que en la noche recobraba la lozanía y se erguía para contemplar el cielo de fotografía propio del desierto. Los mismos viejos fueron los primeros en alegrarse al ver de nuevo a la ausente. La hierba del manso es una bella metáfora y sería obsceno, por innecesario, explicarla. En invierno se va y sólo se puede adivinar su verde, ese tallo corto y la hoja larga y ancha, agraciada con una pequeña flor blanca, a partir de los restos rojos que acolchonan el recreativo. 

La estación arruina la Hacienda
Receta del guisado abigeo
            El recreativo Ojo de la casa toma su nombre de la antigua Hacienda de Samalayuca, cuyo casco se encuentra enfrente del recreativo. Las ruinas no son muy portentosas y Javier explica que el dueño no vivía allí sino que sólo iba de vez en cuando a supervisar. Al centro del casco hay un hoyo empedrado que justifica el nombre del recreativo.
Hacienda Ojo de la Casa, que fuera de Inocente Ochoa en el siglo XIX.

Pertenecía a Inocente Ochoa, magnate del siglo XIX que surtía de carne el Paso del Norte y que hospedó a Benito Juárez durante su estancia en la región.  Gesto que el prócer agradeció escriturando los terrenos de la hacienda de Samalayuca a su nombre. Sin embargo la embestida del tren fue suficiente para que los pobladores abandonaran la hacienda y se fueran a construir un pueblo, desde la nada, para formar la estación.
Mientras se recorren sus viejos cuartos, Javier explica que durante la anual cabalgata villista llegan más o menos 40 jinetes al antiguo casco de la hacienda y desayunan el guisado abigeo. Alguien le pregunta, qué es eso y el ríe levemente:
 -Primero les explico que el abigeato es un delito tipificado en los códigos penales que consiste en robar ganado. Entonces el guisado abigeo, en honor al General Pancho Villa, es carne seca de vaca  robada en chile rojo.
Los jinetes que participan en la cabalgata villista, después de desayunar, cabalgan la otra mitad del recorrido. 

El testimonio de las piedras
Centauros de Samalayuca
La siguiente parada del recorrido es la sierra de samalayuca donde se encuentran los petroglifos. A lo largo de la cordillera hay pequeñas estructuras de piedras grandes con inscripciones talladas. No sé necesita ser arqueólogo para distinguir personas, árboles y algún impreciso animal tallados en las piedras. Se presume que Samalayuca fue un centro ceremonial para la cultura Mogollón antes de la llegada de españoles a la región y que por eso dejaron testimonios en las rocas.

Una de las piedras con Pretrograbados, esto en la sierra de Samalayuca. Algunos de los grabados son muy abstractos, otros son simples y muestran personas o animales.

En la falda de un cerro, en lo que queda de lo que alguna vez fue un centro ceremonial, Javier Meléndez otea el horizonte mientras refiere la ocasión en que él y otros samalayuquenses instalaron caballerizas, con todo y caballos, frente a las oficinas de la presidencia municipal de ciudad Juárez. Reclamaban la partida presupuestal que se les había negado durante 90 años a pesar de que legalmente han dependido del municipio de Juárez.
Petrograbados, éste en forma de un cuadrúpedo. 

Él ya se había entrevistado con el entonces alcalde de Ciudad Juárez, Héctor Murguía Lardizábal, y este había accedido por lo menos en palabra. Pero el dinero nunca llegaba. En un segundo encuentro el alcalde pretextó que Samalayuca no tenía clave presupuestal, argumento que Javier refutó de inmediato contestando que cómo sí tenían clave catastral y pagaban impuestos al municipio. Nuevamente se acordó que el dinero llegaría pero no fue así. Fue cuando Javier decidió tomar una vía alternativa.
Juntó un puñado de samalayuquenses para plantarse frente a las oficinas en una operación nocturna. Al día siguiente, eran la principal noticia local y el alcalde se encontró con que no podía acceder al estacionamiento porque se había convertido en establo. Un emisario del alcalde le dijo que él no tenía que andar en esas cosas (manifestaciones), porque al fin y al cabo eran lo mismo, eran gobierno. Pero sólo mediante con esa acción consiguieron la partido presupuestal que ascendió a nueve millones y medio y con la que se pavimento la calle principal en Samalayuca y se construyó el domó en la escuela.
-Con  el que está ahora, con Serrano, ni dan ganas de pelear. Es tan gris, sin chiste…

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Las dunas que se encuentran en el ejido Villa Luz, al otro lado de la carretera panamericana, son el principal atractivo turístico por su blancura y su estatura. Son también la principal área a proteger.  Son puras porque están conformadas por un 98% de sílice y su altura se debe a las corrientes de aire encontradas que mueven las dunas. No es difícil encontrar los restos de numerosas fiestas. ¡Ah, los turistas! Son parte importante de la economía local pero no cuidan el lugar. Quizá porque lo ven como algo ajeno, que no les pertenece.
La interacción de los objetos de la modernidad con las dunas.


Las dunas de Samalayuca.

La visita termina en las dunas de Samalayuca. Javier Meléndez, el guía, se quedó atrás. El horizonte ofrece algo que sólo se puede definir con pureza, sol recio y arena fresca. 

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