Declaración de principios de los estudiantes de la licenciatura en Periodismo de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez:
Así, como lo mataron a él, me van a matar a mí. Porque en este país el periodismo crítico, el que fiscaliza y juzga a quienes nos gobiernan, el que descubre las tropelías de los poderosos, el que expone las injusticias de nuestra sociedad enferma, es una sentencia de muerte.
Prefiero, entonces, ser un periodista muerto que un mercenario andante. Prefiero, entonces, firmar por adelantado mi acta de defunción, que chupar cual sanguijuela el dinero y la dignidad de nuestra humanidad doliente.
Mis amigos me preguntan "¿Por que estudias periodismo, si no te vas a enriquecer?”. Mi familia me pregunta "¿Por qué estudias periodismo, si es una profesión peligrosa?”. La sociedad me pregunta "¿Por qué estudias periodismo, si a nadie le importa tu destino?" Porque hace falta, respondo sin dudar; porque solo la verdad nos hará libres, respondo sin dudar; porque, más allá del horizonte, imagino la libertad de horadar a través de la falacia ruin, de la mentira vil, y respondo sin dudar, aunque las dudas se me vienen en manada y me aquejan a la hora de dormir.
¿Por qué estudias periodismo? me pregunto en soledad, y no encuentro la respuesta sino en lo más hondo de mi ser. Estudio periodismo porque creo en un mundo mejor, en una sociedad afable, en una justicia para todos.
Estudio periodismo en un estado fallido. Pretendo informar a una sociedad regida, supuestamente, por una democracia, y sé que las élites tratarán de censurarme a como dé lugar.
A Rubén Espinosa lo mataron sobre aviso, dos meses después del autoexilio, cuando había acusado y advertido el riesgo que su vida corría, y las autoridades sugieren el robo como la línea de investigación más fidedigna. El mismo destino signó la desaparición de 80 periodistas más en la última década. Entre ellos, Armado Rodríguez y Luis Carlos Santiago, cuyas muertes nos tocaron de cerca.
Ningún asesinato debe quedar impune y pienso que por eso se debe luchar. No debemos caer en la desesperanza ni en la indiferencia. Planeo seguir de pie, con el optimismo que quede después de todo.
Me quedo con la sentencia de muerte en las manos. No pienso doblegarme, no planeo volverme sumiso. No niego el miedo, pero todavía creo en un mundo mejor, más justo, más digno.
Prefiero, entonces, ser un periodista muerto que un mercenario andante. Prefiero, entonces, firmar por adelantado mi acta de defunción, que chupar cual sanguijuela el dinero y la dignidad de nuestra humanidad doliente.
Mis amigos me preguntan "¿Por que estudias periodismo, si no te vas a enriquecer?”. Mi familia me pregunta "¿Por qué estudias periodismo, si es una profesión peligrosa?”. La sociedad me pregunta "¿Por qué estudias periodismo, si a nadie le importa tu destino?" Porque hace falta, respondo sin dudar; porque solo la verdad nos hará libres, respondo sin dudar; porque, más allá del horizonte, imagino la libertad de horadar a través de la falacia ruin, de la mentira vil, y respondo sin dudar, aunque las dudas se me vienen en manada y me aquejan a la hora de dormir.
¿Por qué estudias periodismo? me pregunto en soledad, y no encuentro la respuesta sino en lo más hondo de mi ser. Estudio periodismo porque creo en un mundo mejor, en una sociedad afable, en una justicia para todos.
Estudio periodismo en un estado fallido. Pretendo informar a una sociedad regida, supuestamente, por una democracia, y sé que las élites tratarán de censurarme a como dé lugar.
A Rubén Espinosa lo mataron sobre aviso, dos meses después del autoexilio, cuando había acusado y advertido el riesgo que su vida corría, y las autoridades sugieren el robo como la línea de investigación más fidedigna. El mismo destino signó la desaparición de 80 periodistas más en la última década. Entre ellos, Armado Rodríguez y Luis Carlos Santiago, cuyas muertes nos tocaron de cerca.
Ningún asesinato debe quedar impune y pienso que por eso se debe luchar. No debemos caer en la desesperanza ni en la indiferencia. Planeo seguir de pie, con el optimismo que quede después de todo.
Me quedo con la sentencia de muerte en las manos. No pienso doblegarme, no planeo volverme sumiso. No niego el miedo, pero todavía creo en un mundo mejor, más justo, más digno.